jueves, 22 de noviembre de 2012

Bienvenidos a Fashionlandia...



Como buen workaholic que se respeta, hoy me desperté y pensé en trabajo. Y como buen workaholic, le estaba dando vueltas a mi última adicción, el Fashion Week México.
Acaba de terminar hace unos días, y creo que todavía estoy en pleno periodo de rehab’, en media cruda post pasarelas, intentando volver a integrarme en un mundo normal.

Hoy la carpa del Fashion Week México abandonó su vestido de lona para ir a descansar, dejando su piel de concreto desnuda, se lavó la cara para quitar su maquillaje de luces, se quitó del pelo la cera de sonidos y canciones que ritmó o ritmaron sus pasos durante 4 días, dejando atrás de ella unas poses en las memorias de las cámaras y unas sonrisas tipo comercial de pasta de dientes, plasmadas en las páginas glaseadas de las revistas. Pero intentemos entender, antes de que esta bitch de FWM se encuere más, por qué me dejó este sabor de depresión postcoital.

Por una semana viví y fuí parte del mundo de la moda, un mundo diferente, extraño, con sus códigos, su lenguaje, su educación, sus habitantes.
Por unos días creí todo lo que me dijeron y enseñaron en esta burbuja glam… Y para transcribirlo de alguna manera, el regreso a la realidad se parece a una salida violenta de Disneyworld:
Qué? En la vida real no todos tienen cara de botarga que sonríe siempre, aunque el niño mocoso de al lado le de patadas?
Qué? Las guerras de religión no son porque Buzzlighter decidió que Zorg no tenía su lugar en la cama santa de Andy?
Qué? Las crisis económicas no se arreglan con la generosa ayuda de un pato putrimillionario?
Así se siente uno después de un FWM.

Y si hoy les hablo de un mundo maravilloso en donde todos parecen ser felices, todo el mundo es guapo, si les hablo de un mundo de luces y colores, un mundo en donde las cámaras de fotos parecen ser una extensión del cuerpo, y donde cada hora uno asiste a un show diferente, aunque puede parecer Disney… Las apariencias son engañosas:

Bienvenidos a Fashionlandia…

Bajo la carpa, castillo de todas las fashion princess, modelos con cuerpos de príncipe azul, pero también de un cierto número de villanos y villanas de los cuales callaré los nombres, el tiempo pasa de manera extraña.
En este mundo maravilloso es lo más normal tener a una audiencia abrigada con más capas que una cebolla, viendo de la manera más natural en medio del invierno desfilar delante de sus ojos llorosos del frio a unas modelos en trajes de baño, shorts y falditas transparentes. Esplendor de los contrastes que hacen conversar las chichis afuera con las cámaras tapadas en bufandas recién desempolvadas del closet.

En Fashionlandia existen muchas comunidades, muchos seres extraños que conforman los súbditos del Rey Fashionerto 1ero.
Para ser parte de la comunidad de los modelos hay que ser en promedio más alto que un caballo, eso para las mujeres y tener más abdominales que la cantidad de topes que hay  en mi calle de la Condesa para los hombres. El propósito de un modelo es caminar, y caminar, y caminar… Ah! y posan… Y caminan de nuevo, eso si con esta sobrenatural facultad de clavar su mirada en el horizonte y poder caminar en línea recta sin parpadear ni una vez. Intenté hacerlo el otro día en la calle… casi me atropellan… no lo intenten en casa, es un don.
Siempre me he preguntado que pensarán estos modelos mientras, delante de las cámaras, tienen toda esta actitud grave, profunda, dándoles esta apariencia de semidioses griegos: “Me veo increíble, soy una semidiosa griega, adórenme mortales”? O “Que hueva, nada mas me queda una mitad de Maruchan desde la quincena pasada en el refri, que cenaré esta noche…”? O “Izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, izq… ash otra vez me equivoque de pie…” Creo que me quedaré con la duda…

También, entre los personajes que pueblan este mundo, están los diseñadores, terrores del reino, seres que se conectaron al 220v antes de llegar, y quienes además de tener sin duda un gran talento creativo, lo combinan con una inmensa habilidad en tomar las reglas, hacerlas bolita y regresártelas con una gran sonrisa embrujada, logrando siempre que hagas lo que ellos quieren…

Otro ser indispensable al equilibrio de este fashionosistema es el fotógrafo. En general se expresa con chiflidos, para los cuales son necesarios muchos años de carrera para poder descifrar por completo sus significados y matices. Yo, quien soy un novato en el aprendizaje de esta lengua, en general, los interpreto como algún cumplido por la producción, o por el vestido presentado en pasarela… (`che ingénuo)
Eso si, se han posicionado como maestros hechiceros, armados con su barita mágica con flash y su libro de photoshopencantos haciéndonos sentir a todos, incluso a los sapos mas feos, por el tiempo de la lectura de una página de sociales, parte de la comunidad de los modelos…

Y finalmente estamos los que nunca ven la luz de un spotlight, las manitas de la gruta del backstage, planchadoras de su majestad, maquillistas que le dan color a las mejillas desveladas de los modelos, peinadores maestros químicos que le darán forma a un pelo quemado por tanta poción, las coordinadoras del gran baile, y los técnicos del castillo que se ensucian las manos en la sombra para que los dioses brillen… los Batman de la moda (ha ha ha… solo yo)

Muchos otros conviven en medio de este caldo de gente con estilo, para dibujar este mapa efimero de un mundo exuberante entre realidad y fantasía. Pero hay que vivirlo para entenderlo.

Y yo en medio de este gentío que vive en fashionlandia, como director de orquestra de esta gran sinfonía fantástica, me deje llevar por los cantos de las sirenas fashionistas.
Y por eso, al final del concierto, engentado por tantos personajes, me quedaré con los mejores recuerdos, pero aturdido por tantas notas tocadas, tanta realidad distorsionada, que hacen ver el mundo real un poco más feo pero tan auténtico que uno agradece estar de regreso.