Como buen workaholic que se respeta, hoy
me desperté y pensé en trabajo. Y como buen workaholic, le estaba dando vueltas
a mi última adicción, el Fashion Week México.
Acaba de terminar hace unos días, y creo
que todavía estoy en pleno periodo de rehab’, en media cruda post pasarelas,
intentando volver a integrarme en un mundo normal.
Hoy la carpa del Fashion Week México
abandonó su vestido de lona para ir a descansar, dejando su piel de concreto
desnuda, se lavó la cara para quitar su maquillaje de luces, se quitó del pelo
la cera de sonidos y canciones que ritmó o ritmaron sus pasos durante 4 días,
dejando atrás de ella unas poses en las memorias de las cámaras y unas sonrisas
tipo comercial de pasta de dientes, plasmadas en las páginas glaseadas de las
revistas. Pero intentemos entender, antes de que esta bitch de FWM se encuere
más, por qué me dejó este sabor de depresión postcoital.
Por una semana viví y fuí parte del mundo
de la moda, un mundo diferente, extraño, con sus códigos, su lenguaje, su
educación, sus habitantes.
Por unos días creí todo lo que me dijeron
y enseñaron en esta burbuja glam… Y para transcribirlo de alguna manera, el
regreso a la realidad se parece a una salida violenta de Disneyworld:
Qué? En la vida real no todos tienen cara
de botarga que sonríe siempre, aunque el niño mocoso de al lado le de patadas?
Qué? Las guerras de religión no son porque
Buzzlighter decidió que Zorg no tenía su lugar en la cama santa de Andy?
Qué? Las crisis económicas no se arreglan
con la generosa ayuda de un pato putrimillionario?
Así se siente uno después de un FWM.
Y si hoy les hablo de un mundo maravilloso
en donde todos parecen ser felices, todo el mundo es guapo, si les hablo de un
mundo de luces y colores, un mundo en donde las cámaras de fotos parecen ser
una extensión del cuerpo, y donde cada hora uno asiste a un show diferente,
aunque puede parecer Disney… Las apariencias son engañosas:
Bienvenidos a Fashionlandia…
Bajo la carpa, castillo de todas las
fashion princess, modelos con cuerpos de príncipe azul, pero también de un
cierto número de villanos y villanas de los cuales callaré los nombres, el
tiempo pasa de manera extraña.
En este mundo maravilloso es lo más normal
tener a una audiencia abrigada con más capas que una cebolla, viendo de la
manera más natural en medio del invierno desfilar delante de sus ojos llorosos
del frio a unas modelos en trajes de baño, shorts y falditas transparentes.
Esplendor de los contrastes que hacen conversar las chichis afuera con las
cámaras tapadas en bufandas recién desempolvadas del closet.
En Fashionlandia existen muchas
comunidades, muchos seres extraños que conforman los súbditos del Rey
Fashionerto 1ero.
Para ser parte de la comunidad de los
modelos hay que ser en promedio más alto que un caballo, eso para las mujeres y
tener más abdominales que la cantidad de topes que hay en mi calle de la Condesa para los hombres. El
propósito de un modelo es caminar, y caminar, y caminar… Ah! y posan… Y
caminan de nuevo, eso si con esta sobrenatural facultad de clavar su mirada en
el horizonte y poder caminar en línea recta sin parpadear ni una vez. Intenté
hacerlo el otro día en la calle… casi me atropellan… no lo intenten en casa, es
un don.
Siempre me he preguntado que pensarán
estos modelos mientras, delante de las cámaras, tienen toda esta actitud grave,
profunda, dándoles esta apariencia de semidioses griegos: “Me veo increíble,
soy una semidiosa griega, adórenme mortales”? O “Que hueva, nada mas me queda
una mitad de Maruchan desde la quincena pasada en el refri, que cenaré esta
noche…”? O “Izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, izq… ash otra
vez me equivoque de pie…” Creo que me quedaré con la duda…
También, entre los personajes que pueblan
este mundo, están los diseñadores, terrores del reino, seres que se conectaron
al 220v antes de llegar, y quienes además de tener sin duda un gran talento
creativo, lo combinan con una inmensa habilidad en tomar las reglas, hacerlas
bolita y regresártelas con una gran sonrisa embrujada, logrando siempre que
hagas lo que ellos quieren…
Otro ser indispensable al equilibrio de
este fashionosistema es el fotógrafo. En general se expresa con chiflidos, para
los cuales son necesarios muchos años de carrera para poder descifrar por
completo sus significados y matices. Yo, quien soy un novato en el aprendizaje
de esta lengua, en general, los interpreto como algún cumplido por la
producción, o por el vestido presentado en pasarela… (`che ingénuo)
Eso si, se han posicionado como maestros
hechiceros, armados con su barita mágica con flash y su libro de
photoshopencantos haciéndonos sentir a todos, incluso a los sapos mas feos, por
el tiempo de la lectura de una página de sociales, parte de la comunidad de los
modelos…
Y finalmente estamos los que nunca ven la
luz de un spotlight, las manitas de la gruta del backstage, planchadoras de su
majestad, maquillistas que le dan color a las mejillas desveladas de los
modelos, peinadores maestros químicos que le darán forma a un pelo quemado por
tanta poción, las coordinadoras del gran baile, y los técnicos del castillo que
se ensucian las manos en la sombra para que los dioses brillen… los Batman de
la moda (ha ha ha… solo yo)
Muchos otros conviven en medio de este caldo de gente con estilo, para dibujar este mapa efimero de un mundo exuberante entre realidad y fantasía. Pero hay que vivirlo para entenderlo.
Muchos otros conviven en medio de este caldo de gente con estilo, para dibujar este mapa efimero de un mundo exuberante entre realidad y fantasía. Pero hay que vivirlo para entenderlo.
Y yo en medio de este gentío que vive en
fashionlandia, como director de orquestra de esta gran sinfonía fantástica, me
deje llevar por los cantos de las sirenas fashionistas.
Y por eso, al final del concierto, engentado
por tantos personajes, me quedaré con los mejores recuerdos, pero aturdido por
tantas notas tocadas, tanta realidad distorsionada, que hacen ver el mundo real
un poco más feo pero tan auténtico que uno agradece estar de regreso.